PLANETA MADRYN: DOS TIBURONES ARGENTINOS CRUZARON EL ATLÁNTICO SUR Y FUERON RECAPTURADOS EN URUGUAY

Recorridos de más de 1.700 kilómetros confirman la conexión entre las aguas de Argentina y Uruguay y validan un modelo de migración propuesto hace más de una década por investigadores del CESIMAR-CONICET.

La noticia corrió como una ola entre científicos y pescadores del Atlántico Sur: dos tiburones gatopardo, marcados en costas argentinas con programas de investigación del CONICET y la WCS, fueron recapturados en Uruguay tras recorrer cientos de kilómetros mar adentro. Uno de ellos, una hembra de 187 centímetros y 26 kilos, había sido marcada en febrero de este año en la Ría de Puerto Deseado, Santa Cruz. Ocho meses después apareció en La Paloma, Rocha, a más de 1.700 kilómetros de distancia.

El otro, un macho de 191 centímetros y 40 kilos, fue marcado en octubre de 2022 en Bahía Blanca por pescadores del proyecto “Conservar Tiburones en Argentina”, y reapareció tres años después frente a Costa Azul, Canelones, unos 730 kilómetros al noreste.

“Fue muy emocionante”, contó el investigador Alejo Irigoyen, del Laboratorio de Ecología de Peces del CESIMAR-CONICET, que lidera junto a Gastón Trobbiani un programa de marcado y seguimiento iniciado hace más de una década. “Propusimos un modelo teórico de migración del gatopardo a lo largo del Atlántico Sur, incluyendo Argentina, Uruguay y el sur de Brasil. Con estas recapturas comprobamos que ese modelo estaba bien”, explicó.

La hazaña no solo confirma la enorme movilidad de esta especie —uno de los grandes depredadores del Mar Argentino junto con la orca— sino también la importancia de la cooperación científica y pesquera entre ambos países. En Uruguay, los hallazgos fueron reportados por pescadores artesanales que colaboran con la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (DINARA-MGAP), quienes detectaron las marcas en los ejemplares y dieron aviso inmediato a las autoridades.

Irigoyen recuerda que el conocimiento sobre el gatopardo era casi nulo cuando comenzaron a investigarlo, hace más de diez años: “Empezamos de cero, sin información. Hoy sabemos que se acerca a nuestras costas en primavera y verano, que se alimenta de mamíferos marinos como elefantes y lobos, y que en invierno migra hacia el norte, mar adentro. Es un actor oculto de la megafauna patagónica, tan fascinante como las orcas o los pingüinos, pero invisible”.

Ese carácter esquivo quedó en evidencia incluso cuando una cámara submarina instalada para mediciones climatológicas en el Golfo Nuevo, en febrero de 2025 registró algo inusual: un tiburón gatopardo se abalanzó sobre el dispositivo, dejando una secuencia impresionante. “Fue la primera vez que logramos filmar uno en acción en nuestras aguas —relata Irigoyen—. Lo teníamos como un fantasma del mar, pero ahí estaba, mostrando su poder y curiosidad ante un objeto extraño en su territorio”.

Los investigadores celebran estos dos registros y aquella imagen como piezas de un mismo rompecabezas: la confirmación de que el Atlántico Sur está más vivo, conectado y misterioso de lo que imaginábamos.

Una historia de ciencia, cooperación y mar que une a pescadores y científicos de ambos lados del río.

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