La ciencia lleva más de cinco décadas siguiendo de cerca a las ballenas francas australes que llegan a Península Valdés. Ese archivo único de fotografías permitió descubrir una tendencia preocupante: las cicatrices en los cuerpos de estos gigantes del mar, provocadas por colisiones con embarcaciones y enmallamientos en redes de pesca, están aumentando con el paso de los años.
La doctora en biología Carina Marón, investigadora del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), explicó en diálogo con Radio Patagonia Madryn que “aunque solo un 4% de los individuos registrados presenta heridas, en la última década se observa un incremento significativo en los casos”. Por ejemplo, las lesiones por enmallamientos que en los años 70 alcanzaban un 3% hoy trepan al 27%.
Las marcas en la piel —desde laceraciones blancas hasta cortes paralelos provocados por hélices— son una señal de alerta. En poblaciones como la ballena franca del Atlántico Norte, ya en peligro de extinción con apenas 300 a 400 ejemplares, estas amenazas fueron determinantes en su declive.
En Península Valdés, la situación aún no afecta a nivel poblacional, pero la tendencia preocupa. “Lo que hay que hacer es tomar medidas de prevención: reducir la velocidad de navegación en áreas de presencia de ballenas, monitorear sus movimientos y coordinar con las autoridades marítimas”, subrayó Marón.
La investigadora destacó además la importancia de la participación social: “Todo este trabajo se sostiene gracias al aporte de la gente. Adoptar simbólicamente una ballena en el ICB es una manera de colaborar con la ciencia y la conservación”.
Este año, la presencia récord de ballenas en las costas chubutenses es motivo de celebración, pero también de responsabilidad: disfrutarlas implica cuidarlas.
La entrevista por Radio Patagonia e Puerto Madryn ( AUDIO)


